Primero, iba a titularse "Los peces no saben volar".
Pero luego se acordó de los peces voladores.
Y entonces, cambió de título.
El libro es una fiesta, una lectura deliciosa de la primera a la última página. Cada capítulo, cada personaje, cada instante contado, casi cada línea me atrevería a decir, es un regalo para el ojo, un deleite para paladares que saben gozar de los buenos manjares, de la buena prosa, de la buena literatura.
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