Para el que no me conozca todavía os diré que soy Filomeno Prado, bibliotecario. En mí ordenada vida he intentado no dar lugar a los imprevistos. Pero todo cambió el día, que recibí desde el pueblo, esa carta en la que se me anunciaba que era el único heredero de la casa de mí tía Eustaquia, a la cual apenas conocí.
Como siempre puntual, subí a aquel tren que me recordó a las viejas fotografías en blanco y negro de mis abuelos. Siete horas de viaje me esperaban hasta llegar a ese pueblo perdido. Todo marchaba según mis planes, hasta que llegó mí voluminosa compañera de asiento con su legión de críos gritones, a los que trataba de apaciguar con alaridos electrizantes.
Decidí cambiar de vagón más que nada por los mocos que, discretamente, adherían los niños en las horribles cortinas, probablemente en tiempos fueron de color azul. Me senté junto aquel joven que parecía el acompañante perfecto. Hablamos sobre los dibujos japoneses, pero poco a poco fui dándome cuenta que mi acompañante de viaje era un friki, sobre todo cuando sacó de su bolsa multitud de figuras niponas, cambiando su voz me invitó a jugar.
Para salir de tan embarazosa situación y dada la larga duración del viaje me dirigí al restaurante para comer algo. La opción más segura parecía el bocadillo de jamón, pero mi compañero de mesa me alertó sobre su contenido oculto ¿sería adivino? Allí estaba, en el centro del pan, un fabuloso ejemplar de mosca hispánica. Aquel señor, aunque algo de pueblo me ayudó a soportar el resto del trayecto. Empezó a atardecer y los últimos rayos de sol dieron paso a la tormenta, llovía a cántaros. Llegó mi parada y bajé del tren. Como mi suerte no cambiaba, nada más bajar puse mi pie en el charco más grande del apeadero; con lo cual, mi traje gris era ya marrón.
Me esperaba un niño pelirrojo y pecoso, recogí mí equipaje y marchamos casi de noche por una cuesta llena de barro y agua que corría por todos los lados. Al llegar al cercado de la casa quedé desolado. La tapia del jardín se caía a pedazos, las plantas descuidadas trepaban a sus anchas y la casa, era todo menos lo que tenía que ser. Preferí irme a dormir. La noche fue larga y lluviosa. Cuando salió el Sol ví las cosas de otra manera, la tapia ya no era tan ruinosa, las plantas tenían flores, y la casa ¡bueno! es un poco antigua pero es una casa. Junto a la casa tengo un viñedo que en septiembre me dará mi primer vino.
“¡Ah! Mi traje gris se perdió en la cuesta de barro”.
***
Carlos Jarné Carrera está a punto de terminar sexto de primaria en el CEIP Parque Europa de Utebo, y ha participado en el concurso de relatos de viajes organizado con ocasión del taller de escritura de viajes impartido allí por Daniel Nesquens. Su relato, "Filomeno Prado, el hombre del traje gris", ha ganado el primer premio.
¡¡FELICIDADES CARLOS!!
Y os dejamos con una instantánea de los felices ganadores, Carlos, Elena y Carla, acompañados del hombre de la camiseta gris.
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